Sesión 8: Texto 5 - La Magia de la Puntuación: Comas, Puntos y Paréntesis
La
Magia de la Puntuación: Comas, Puntos y Paréntesis
¿Alguna
vez te has dado cuenta de lo importante que es la puntuación al escribir? No
solo se trata de reglas ortográficas, ¡sino de una herramienta clave para que
nuestras ideas sean claras y fáciles de entender! La coma, el punto y seguido,
y el paréntesis son signos que, cuando los usamos bien, hacen que nuestras
ideas fluyan de manera más natural y comprensible.
En
esta octava sesión de nuestro blog, quiero invitarte a descubrir cómo utilizar
correctamente estos signos de puntuación a través de una divertida actividad.
Vamos a explorar un fragmento de La ladrona de libros de Markus Zusak y, al
hacerlo, aprenderemos a identificar y aplicar estos signos en un texto real.
Introducción:
El
uso correcto de la coma, el punto y seguido, y el paréntesis es fundamental
para una redacción clara y coherente. Estos signos de puntuación no solo
facilitan la organización de las ideas, sino que también son cruciales para
transmitir el mensaje de manera efectiva. En esta octava sesión, hemos
aprendido cómo aplicar estas herramientas ortográficas en nuestras escrituras,
reconociendo su función específica en la estructura de las oraciones.
Objetivo:
El
objetivo de esta actividad es poner en práctica el uso adecuado de la coma, el
punto y seguido, y el paréntesis dentro de un texto. A través de la
identificación de estos signos de puntuación en un fragmento extraído de un
libro, el alumno podrá mejorar la comprensión y expresión escrita, aplicando
las reglas ortográficas aprendidas.
Instrucciones de la
actividad:
1-
En
un documento en Word deberás copiar y pegar un texto 2 páginas de extensión
extraído de algún libro del interés del alumno.
2- En él, se deberá identificar:
- Con color rojo el uso correcto de la coma (al menos 20 ejemplos)
- Con color azul el uso
correcto del punto y la coma (al
menos 8 ejemplos)
- Con color verde el uso correcto del
paréntesis (al menos 8
ejemplos)
TEXTO
La
ladrona de libros.
Uno de los guardias era alto y el otro bajo, El alto siempre hablaba
primero; aunque
no era el jefe. Miró al bajo y rechoncho, de cara rubicunda;
-No podemos dejarlos así, ¿no crees? -respondió; El alto
estaba perdiendo la paciencia. -¿Por qué no?;
El
más bajito estuvo a punto de estallar.
-Spinnst
du?! ¡¿Eres tonto o qué?! (gritó a la altura de la
barbilla del alto.)
La repugnancia le inflaba las mejillas, la piel se le tensaba. Vamos ordenó, avanzando con dificultad por la nieve-. Si hace falta, cargamos a los tres. Ya informaremos en la
siguiente parada.
En cuanto a mí, ya había cometido el más elemental de los errores. No
encuentro
palabras para describir cuánto me enfadé conmigo misma. Hasta ese momento lo había hecho todo bien. Había estudiado el
cielo cegador,
blanco
como la nieve, al otro lado de la ventanilla del tren en movimiento. Prácticamente
lo había inhalado, pero aun así vacilé, me dejé doblegar: la niña llamó mi
atención. La curiosidad pudo conmigo y, resignada, me quedé
el tiempo que me permitió mi apretada agenda, (que
era muy a justada) y observé. Veintitrés
minutos después, cuando el tren ya se había detenido,
bajé con ellos. Llevaba en brazos una pequeña alma. Me quedé un poco apartada, a la derecha. (de la escela)
El
eficiente dúo de los guardias se volvió hacia la madre,
la niña y el pequeño cadáver. Recuerdo con claridad que ese día podía oír mi
respiración, alta y fuerte. Me sorprende que los guardias no advirtieran
sobre mi presencia al pasar a su lado, El mundo
se estaba hundiendo bajo el peso de la nieve. La pálida
y famélica niña estaba a unos diez metros a mi izquierda, aterida. Le
castañeteaban los dientes. Tenía los brazos cruzados y
congelados. Las lágrimas se habían helado sobre el rostro de la ladrona
de libros.
Cuando empezó a llegar la gente, todo había cambiado, por supuesto. El horizonte empezaba a
dibujarse al carboncillo, Apenas quedaba un suspiro de
la oscuridad de antes, que se difuminaba con rapidez.
Ahora
el hombre tenía un color hueso. La piel parecía un esqueleto. Un uniforme
arrugado. Tenía los ojos castaños, la mirada fría (como
dos manchas de café), y el último trazo de negro dibujó una forma
extraña y a la vez familiar: una firma. la gente hizo lo que suele hacer. (en situaciones como esa). A medida que me abría
paso entre la multitud veía a todo el mundo jugueteando con el silencio
imperante: un pequeño revoltijo de gestos descoordinados y frases apagadas
mientras daban una tímida y callada media vuelta.
Cuando
volví la vista atrás hacia el avión, el piloto, boquiabierto, parecía sonreír. Un
(último chiste morboso)
Otro
remate final típico de los humanos.
Permaneció
amortajado en su uniforme mientras la luz grisácea desafiaba al cielo. Al igual que en otras ocasiones, cuando empecé a alejarme, me
pareció ver una sombra fugaz, los últimos momentos de un eclipse: la
constatación de la partida de una nueva alma.
¿Sabes?,
durante un breve instante, a pesar de todos los colores que se
cruzan
y se enfrentan con lo que veo en este mundo, suelo atisbar un
eclipse
cuando muere un humano.
He
visto millones.
He
visto más eclipses de los que quisiera recordar.
La
última ocasión en que la vi todo era rojo. El cielo parecía un caldo hirviendo,
en plena agitación, un poco requemado. Algunos tropezones negros y salpicaduras
de pimienta flotaban sobre el rojo.
Esta
vez, todo llegó tarde.
Las
sirenas. Los gritos alborotados de la radio. Todo demasiado tarde.
Pegados
al suelo hasta el último de ellos. Un mar de almas.
¿La
mala suerte?
¿Eso
los dejó pegados al suelo?
Por
supuesto que no.
No
seamos estúpidos.
Seguramente
las bombas, arrojadas por humanos escondidos entre las
nubes,
tuvieron algo que ver. Sí, el cielo era de un rojo abrumador, ardiente. La
pequeña ciudad alemana había quedado dividida en
dos otra vez. (después de la guerra). Los
copos de ceniza caían con tal encanto que uno se sentía tentado de atraparlos
con la lengua y saborearlos; Pero te habrían quemado los labios y
escaldado la boca.
Lo
recuerdo con toda claridad.
Estaba
a punto de irme cuando la vi allí, arrodillada.
A
su alrededor, se había escrito, proyectado y erigido una montaña de escombros.
Se aferraba a un libro.
Por
encima de todo, la ladrona de libros ansiaba volver al sótano a escribir o a
leer su historia una vez más. Ahora que lo pienso, sin duda se le veía en la
cara. Se moría de ganas de reencontrar esa seguridad,
ese hogar, pero era incapaz de moverse. Además, el sótano ya no existía.
Era parte del paisaje
devastado.
Por
favor, insisto, créeme. (que esto es importante). Tuve
ganas de detenerme y agacharme a su lado.
Tuve
ganas de decirle: «Lo siento, pequeña».
Pero
no está permitido.
No
me agaché. No dije nada.
Me
quedé mirándola un rato y, cuando se movió, la seguí.
Soltó
el libro.
Se
arrodilló.
La
ladrona de libros se puso a gritar.
Cuando empezó la limpieza, su libro recibió varias pisotadas y,
aunque sólo tenían orden de despejar el cemento de las calles, el objeto más preciado
de la niña también acabó en el camión de la basura. Entonces me vi obligada a
reaccionar. Subí al vehículo y lo cogí, sin ser consciente de que me lo
quedaría y lo estudiaría miles de veces a lo largo
de los años; Buscaría los lugares en que nuestros caminos se habían
cruzado y me maravillaría todo lo que la niña había
visto y cómo había conseguido sobrevivir; Es lo único que puedo hacer:
descubrir que ese relato se ajusta al resto de lo que presencié en esa época.
Cuando
la recuerdo, veo una larga lista de colores, (que
me vienen a la mente), aunque hay tres que resuenan en mi memoria por
encima de todos los demás.
Reflexión
El
dominio de la puntuación es esencial no solo en la escritura académica, sino
también en la comunicación cotidiana. El uso adecuado de la coma, el punto y
seguido, y el paréntesis me permitirá organizar mis ideas de manera más clara y
estructurada, facilitando que los lectores comprendan mi mensaje de forma
rápida y efectiva. Además, esta habilidad será útil en diversas situaciones,
como en la redacción de correos electrónicos, informes profesionales, y hasta
en conversaciones informales, donde el significado puede cambiar dependiendo de
cómo se empleen estos signos.
Conclusión:
Al
finalizar esta actividad, habré reforzado mis conocimientos sobre el uso de los
signos de puntuación más comunes y su aplicación práctica en mis escritos.
Comprender sus funciones y reglas me permitirá escribir con mayor precisión y
fluidez, mejorando así la calidad de mi comunicación escrita y contribuyendo a
una mayor claridad en mis expresiones. La práctica constante será clave para
dominar este aspecto tan importante de la ortografía.
Bibliografía:
Zusak,
M. (2005). La ladrona de libros. [Archivo PDF]. Recuperado de https://www.deviantart.com/valedirectioner69/art/LIBRO-PDF-Cartas-Cruzadas-Zusak-Markus-470002784
Comentarios
Publicar un comentario